La
primera bala me atravesó el hombro izquierdo. Sentí una terrible quemazón. La
miré incrédulo a ella y al cañón
humeante, pero antes de hacer un esfuerzo por entender cómo había ocurrido,
decidí sacar mi arma y acabar la tarea que me había traído hasta allí. En ese
amago torpe de supervivencia, ella volvió a disparar. Esta vez en pleno pecho.
El impactó a tan corta distancia logró tirarme hacia atrás. Imaginé que era el
fin. Mi muerte era una cuestión de tiempo, breve y muy doloroso, probablemente.
Se acercó sin prisas a mi cara, me puso el cañón de la pistola en la frente y
antes de disparar dijo algo que no alcancé a oír.
Luego
apretó el gatillo.
Una
de las ventajas de estar muerto es que ya no tienes prisa. Nunca me gustó
analizar los errores del pasado y no iba a ponerme a ello simplemente por
haberme insustanciado. Pero digamos que atravesé la frontera justo cuando la
duda me asaltaba y de pronto me vi envuelto en una necesidad asfixiante por
resolver el misterio que había acabado con mi vida. Era como si el Jefe no te
dejara entrar sin saber explicar por qué estabas allí.
La
primera sensación que tienes es de libertad. Libertad por no tener que
esforzarte en ligar, ni en matar a nadie para ganar dinero para ligar sin
esforzarte. Ser un matón a sueldo es la
profesión más segura que conozco. La víctima no sospecha que ese tipo tan
vulgar venga a descerrajarte un par de tiros para mandarte al otro barrio. Te
lo cargas y luego ya vendrá la policía y encontrará a alguien a quien echarle
las culpas. Cobras. Te lo gastas. Y vueltas a las andadas. Como le ocurre a
cualquier otro funcionario.
Cuando
la que se autoproclamaba mi ex – novia me contrató para cargarme a aquel
vejestorio estuve a punto de rebajarle a la mitad los honorarios.
-
¿A una vieja?
-
Me echa las cartas. Es una pitonisa.
-
¡Puaj! Hay gentuza de esa de sobra, cariño, no te preocupes, mañana a estas
horas tendremos una loca menos.
Ella
siempre había disfrutado con los detalles de mi trabajo, cuando le describía los preparativos previos, los disparos, el olor a quemado,.. Lo que para a mí me aburría, a ella la derretía.
-
Fui a preguntarle si lo nuestro podría… ya sabes… si tendría posibilidades
contigo de nuevo… - se justificó con cierto rubor- Comenzó a echar las cartas y de pronto me mira con asco y me dice: “No va a poder ser. Tu ex va a morir muy
pronto”. ¡Maldita vieja!¿Te imaginas?
Comprendí
que más que reducir mi minuta podría pasar directamente a hacerlo gratis, pero
soy un profesional. Me contuve y cogí el dinero sin rechistar.
La
ingravidez te permite repasar cada escena sin que re-experimentes los
sentimientos del momento. No sabría decir si estaba o no enfadado. Nunca
necesité enfadarme para apretar el gatillo.
Mientras
me dirigía a la cita con la pitonisa daba vueltas a la conversación con Sonia.
¿Cómo puede alguien ser tan cruel para decirle a una pobre rubia que el amor de
su vida la iba a diñar? ¡Y encima pronto! El mundo está lleno de gente así.
Fui
ralentizando la escena final, desde la entrada en aquella habitación oscura, pasando por la presentación, hasta que
ella se giró con aquel viejo Colt 22 y comenzó a disparar sin avisar. Puse
empeño en descifrar justo la última frase que oí en mi estancia en la tierra:
-
Tengo que mantener mi reputación.