viernes, 7 de octubre de 2011

La reputación



 

La primera bala me atravesó el hombro izquierdo. Sentí una terrible quemazón. La miré incrédulo  a ella y al cañón humeante, pero antes de hacer un esfuerzo por entender cómo había ocurrido, decidí sacar mi arma y acabar la tarea que me había traído hasta allí. En ese amago torpe de supervivencia, ella volvió a disparar. Esta vez en pleno pecho. El impactó a tan corta distancia logró tirarme hacia atrás. Imaginé que era el fin. Mi muerte era una cuestión de tiempo, breve y muy doloroso, probablemente. Se acercó sin prisas a mi cara, me puso el cañón de la pistola en la frente y antes de disparar dijo algo que no alcancé a oír.

Luego apretó el gatillo.

Una de las ventajas de estar muerto es que ya no tienes prisa. Nunca me gustó analizar los errores del pasado y no iba a ponerme a ello simplemente por haberme insustanciado. Pero digamos que atravesé la frontera justo cuando la duda me asaltaba y de pronto me vi envuelto en una necesidad asfixiante por resolver el misterio que había acabado con mi vida. Era como si el Jefe no te dejara entrar sin saber explicar por qué estabas allí.

La primera sensación que tienes es de libertad. Libertad por no tener que esforzarte en ligar, ni en matar a nadie para ganar dinero para ligar sin esforzarte. Ser  un matón a sueldo es la profesión más segura que conozco. La víctima no sospecha que ese tipo tan vulgar venga a descerrajarte un par de tiros para mandarte al otro barrio. Te lo cargas y luego ya vendrá la policía y encontrará a alguien a quien echarle las culpas. Cobras. Te lo gastas. Y vueltas a las andadas. Como le ocurre a cualquier otro funcionario.

Cuando la que se autoproclamaba mi ex – novia me contrató para cargarme a aquel vejestorio estuve a punto de rebajarle a la mitad los honorarios.

- ¿A una vieja?
- Me echa las cartas. Es una pitonisa.
- ¡Puaj! Hay gentuza de esa de sobra, cariño, no te preocupes, mañana a estas horas tendremos una loca menos.

Ella siempre había disfrutado con los detalles de mi trabajo, cuando le describía los preparativos previos, los disparos, el olor a quemado,.. Lo que para a mí me aburría, a ella   la derretía.

- Fui a preguntarle si lo nuestro podría… ya sabes… si tendría posibilidades contigo de nuevo… - se justificó con cierto rubor- Comenzó a echar las cartas y de pronto me mira con asco y me dice:  “No va a poder ser. Tu ex va a morir muy pronto”. ¡Maldita vieja!¿Te imaginas?

Comprendí que más que reducir mi minuta podría pasar directamente a hacerlo gratis, pero soy un profesional. Me contuve y cogí el dinero sin rechistar.

La ingravidez te permite repasar cada escena sin que re-experimentes los sentimientos del momento. No sabría decir si estaba o no enfadado. Nunca necesité enfadarme para apretar el gatillo. 

Mientras me dirigía a la cita con la pitonisa daba vueltas a la conversación con Sonia. ¿Cómo puede alguien ser tan cruel para decirle a una pobre rubia que el amor de su vida la iba a diñar? ¡Y encima pronto! El mundo está lleno de gente así.

Fui ralentizando la escena final, desde la entrada en aquella habitación oscura, pasando por  la presentación, hasta que ella se giró con aquel viejo Colt 22 y comenzó a disparar sin avisar. Puse empeño en descifrar justo la última frase que oí en mi estancia en la tierra:

- Tengo que mantener mi reputación.