viernes, 22 de febrero de 2013

Cuencos tibetanos



Aquella mañana salí con optimismo de casa. La tostada no cayó por el lado de la mantequilla. No me la comí, en todo caso, pero obviamente no es lo mismo.

Cuando me dirigía al coche una acertada combinación de atención y coordinación visomotora evitó que pisara alguna de las cacas con las que el fox terrier de mi vecina y el labrador del vecino del 5º A riegan nuestra calle.

Convencido de que esos cambios se debían a la apertura de los chakras superiores, decidí probar suerte de nuevo con Rosa. Los chakras inferiores han de tener algún tipo de comunicación con los de encima del ombligo, estoy convencido,  a pesar de la  falta evidencia empírica que  confirme este extremo,  de que se deben transmitir energéticos y contagiosos mensajes  de buena vecindad.

Saqué de la guantera el cuenco tibetano y lo golpeé con suavidad. Cerré los ojos y dejé que la nota Mi sanadora reparara lo que la noche de incertidumbres había dejado maltrecho en mi Psi.

Rosa es una prosaica neurótica de barrio de clase media. Digamos que no permanece mucho rato en el mismo sitio, ni con la misma persona,  ni con el mínimo de equilibrio como para que puedas asumir todo lo anterior como una posibilidad.

Miiiiiiii……..Miiiiiiiiiiii

Das auto. Mi nuevo templo. La nota suena en el interior del Golf como en una bóveda. Noto sus  vibraciones, masajeando mis ajadas células.

Calculé la velocidad justa para evitar los semáforos en rojo, o más bien, visto desde la óptica primaveral de aquel día, para cogerlos todos en verde. A 40 por hora Rosa se me antojaba dispuesta… Rosa. Dispuesta. Casi piso el acelerador con la emoción, pero la flema de mi Eneatipo 1 salió en mi apoyo  y pude volver a centrarme en el proceso.

Aparqué justo a las puertas del parque. Era la hora del running para Rosa. Según mi coach, nueve de cada diez  peticiones que se le realizan a alguien mientras está haciendo ejercicio físico son contestadas afirmativamente.

Vi a Rosa a lo lejos, carca  del estanque, corriendo a ritmo de maratón, algo que podría permitirme yo durante tres o cuatro minutos. Esperé agazapado tras la cancela de entrada hasta que pasara por allí. Esos minutos eran justo el tiempo del que disponía antes de que el cansancio acabara con mi capacidad de oratoria.

En cuanto estuvo a mi altura di un brinco y me puse a su lado. Ella se asustó y se detuvo un instante.

-         - ¡Eh, menudo susto!”.

Luego, sin más, siguió corriendo. Si la tostada hubiera caído por el lado de la mantequilla habría abandonado allí mismo mis intenciones.

-        -  ¿Qué tal, Rosa?

Ella hizo un gesto que bien podría haber interpretado como de desdén si no fuera por la energía que desprendían mis chakras superiores.

-         -  He estado pensando mucho en ti esta noche. – Sí, suena patético – Creo… creo que deberíamos acostarnos.

-          - Yo me acuesto todos los días –dijo ella sin inmutarse.

Claro. No está formulada como una pregunta, es un enunciado ambiguo,.. Recordé a mi coach y al barbero. Ambos afirman que hay que ir al grano. “Que sí, sí; que no, a otra cosa mariposa”, eso dice mi barbero. Para que haya un sí hay que realizar una pregunta que pueda dar lugar a un sí.

-         -  ¿Quieres acostarte conmigo esta noche? –maldita sea, otra vez ambiguo- Quiero decir, ¿quieres tener sexo conmigo esta noche? -¡Jo, lo empeoro! Follar, joder, hacer el amor,.. No hay tiempo para eufemismos (coach dixit)

Nuevo intento.

-          - ¿Hacemos el amor esta noche y luego vamos a cenar al Molly y luego nos vamos al cine a ver la última de Tarantino?
-          - Odio a Tarantino

Qué difícil es pensar y correr al mismo tiempo. Cómo debo interpretar esto. Le resultaría raro si saco el móvil y llamo a mi coach o al barbero, imagino.

-        -  Bueno, tú eliges la película.

-        -  Prefiero hacerlo todo en el cine

¿¡¡Todo!!?..637 64 45 39

Me tiemblan los conductos inferiores. Tenía que haber desayunado una mezcla de Aspen, Agrimony y Centaury, al 35%, 25% y 40%. No hay nada como las flores de Bach para estas situaciones.
-        
 - ¿Y en qué orden lo haremos?

¡¡Dios, se nota que no voy lo suficiente a consulta!! ¡¡Qué flojera mental!! Mírala a ella, que segura de sí misma, grácil gacelilla… (¿grácil gacelilla? ¡uf, me hace falta más testosterona). No puedo aguantar su ritmo.

-        -  El orden no alterará el resultado final –afirma contundente.

Como para no enamorarse de ella.

-          Va...(jadeos) va...le, lo dejo aquí, lo mío es el ssss…ssspinning, el trote es perjudicial  para las vértebras 23 y 24 según mi osteópata.

-         -  No me decepciones – me dijo finalmente, haciendo un gesto con el dedo que el argot de su barrio In significará algo así como complicidad, pero en mi barrio Out,  quiere decir que te jodan.

¿Y ahora qué hago? ¿Compro Ceregumil, Viagra, Red Bull,…? ¿Me tomo una multi-infusión Bachiana? ¿Veo todos los capítulos que pueda de “Girls”?,..

Mientras tomo resuello apoyado en las rodillas, la veo marcharse, con el pelo recogido en una cola que ondea de lado a lado mientras fluye… (¿fluye?, no sé si voy a dar la talla).