domingo, 15 de marzo de 2015

La conjugación del verbo croar



- ¡¡En pie!!

Los niños se levantaron en bloque de sus asientos. A Manuel se le cayó la goma al suelo y al intentar asirla también tiró el lápiz. Durante un instante se quedó pensando, luego levantó la vista y su mirada se cruzó con la de don Fulgencio y se le disiparon al instante todas las dudas sobre qué acción llevar a cabo. Enervó la espalda y alzó la vista por encima de las cabezas del holograma del sacerdote y de don Fulgencio.

- ¡Santiguaos!, ¡¡Padre nuestro…” –inició el sacerdote.

- Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu… -todos los niños entonaron la oración con la habitual precisión.

- Podéis sentaros – dijo finalmente el cura. Hizo una señal de la cruz en el aire y el  holograma se disolvió.

El maestro se dirigió a la pizarra, cogió una tiza azul y comenzó a escribir la fecha: “13 de marzo de 2018”. Luego anunció con un grito seco: “¡Dictado!”.  Los niños sacaron sus cuadernos. Él continuó escribiendo con una letra pulcra y laboriosa.

“Don José María Pemán nació el 8 de mayo de 1897, en el seno de una familia tradicional y católica de Cádiz,..”

Manuel se agachó y recogió la goma y el lápiz del suelo. Empezó a copiar en su cuaderno. Por la ventana entraba el sol, un sol filtrado por unas nubes bajas que parecían anunciar nuevas lluvias. Ayer salió el arco iris después de una tromba de agua. Desde el cielo cayeron muchas ranas. ¿Por qué tira Dios ranas en lugar de chucherías? Las ranas croaban asustadas. ¿Cómo se conjuga el verbo croar?

- ¡Vuelve ya, Manuel, vuelve ya! - Sintió una terrible descarga eléctrica en la oreja. Una quemazón conocida. Los ojos de don Fulgencio echaban fuego. – Tu madre se ha vuelto a olvidar de la medicación, ¿verdad desgraciado?

Lo arrancó del pupitre y se lo llevó a rastras junto a su mesa.

- De rodillas.

En un gesto de rebeldía, Manuel se quedó de pie, tragándose las lágrimas.

- ¡¡De rodillas, inútil!! – El maestro lo empujó por el hombro hasta obligarlo a ponerse de rodillas.  Manuel se cubrió las orejas con las manos y cerró los ojos, esperando una descarga en cualquier parte, pero no estaba dispuesto a dejarse quemar de nuevo las orejas.

Don Fulgencio miró el bastón eléctrico indeciso. De pronto lo soltó con estrépito sobre el suelo.

- ¡Maldita mariconada! -Cogió el tomo de “Mis almuerzos con gente importante”

Yo croo, tú croas,..

- Ponte en pie – su voz sonaba ahora más calmada. –Ponte esto en la cara, a ver si así te entra algo en la cabeza.

Manuel se acercó dubitativo el libro al rostro y se quedó quieto  sin saber qué hacer. La clase permanecía en un tenso silencio. De pronto, el maestro dio media vuelta sobre sí para coger impulso y golpeó con la palma abierta sobre el libro que sostenía Manuel. El niño salió despedido hacia la puerta y el libro se abrió de par en par y cayó sobre los pies de Rebeca, que se apresuró a recogerlo y recomponerlo antes de entregárselo a su maestro. Don Fulgencio se quedó repasando las páginas del libro,  una de ellas se había separado. “Maldito imbécil”, masculló intentando reparar el desperfecto.

A Manuel le sangraba el oído. Un dolor agudo le cruzaba todo el cerebro. Se hizo un ovillo en el suelo y lloró desconsolado. Los niños lo miraban indecisos. Ninguno se atrevió a levantarse. Finalmente el maestro llamó a dos de ellos y les ordenó que se lo llevaran a enfermería.

- A ver si nos deja tranquilos una temporada –luego volvió al encerado y continuó escribiendo.


“…en el colegio San Felipe Neri, regido por los “marianistas” cursó con gran brillantez..”