“Mamá nos dejará el dinero para la hipoteca este mes… bueno,
los que hagan falta”. No puedo dormir. A cada vuelta en la cama, la imagen de Carmen
diciéndomelo me hace más daño. Intento recordar a esa otra persona ahora tan
lejana, esa especie de fantasma desvaído, aquel al que ascendieron en el
trabajo por tantas horas de dedicación, el que hacía planes para los fines de
semana, para las vacaciones, para reamueblar la casa, para cambiar de coche,…
Todo me parece ridículo, inverosímil, ajeno. Nada tiene sentido. Me levanto y
me voy al salón, como cada noche de todos estos últimos días.
- - No te preocupes, Felipe, ya sabes que este
dinero era para vosotros. Al fin y al cabo no tengo a nadie más y tú tampoco.
El dinero, la casa,.. al final todo será para vosotros y las niñas.
La imagino en el banco, ingresando el dinero: "Es para ayudar a mi yerno, el pobre".
Ahora viene todos los días, incluso cuando está averiado el
ascensor sube hasta la quinta planta a pie. Es como si fuera uno de esos “hombres
de negro” que dicen los periódicos que vendrán a vernos después del rescate.
- - ¿Has mirado en lo de las frambuesas, hijo?
Sí, madre, he m-i-r-a-d-o. Básicamente me han dicho que no
sirvo para recoger frambuesas, que lo mío son las oficinas y agachado, a pleno sol, no aguantaría
ni dos días. “Fíjate en esa rumana – me dijo convincente- recoge más en dos
horas que tú en dos días, y encima, ya sabes, si hace falta algo más,.. lo hace”. “¿Y en el almacén?”, le pregunté obviando su
comentario. “En el almacén, la familia. La familia es lo primero”.
- - La familia es lo primero – confirma mi suegra.
Carmen no me entiende. No comprende cómo afecta a mi
dignidad. “Ella insiste para que no te duermas, como te salió tan mal lo de la
telefonía”. “Ser comercial así es perder todo crédito para el futuro; tienes
que estar engañando a los clientes continuamente, ocultando información clave,
dando largas,.. No podría volver a ejercer de comercial para ninguna otra cosa,
¿comprendes?”. “Ya - me dijo con condescendencia – ya”.
Me retuerzo por las noches buscando soluciones. He quitado
del currículum todo lo que podría provocar rechazo en el empresariado. Incluso he
sacado los restos de cemento de un saco y he metido las manos para curtirlas,
para borrar los dedos de oficinista, para eliminar todo lo que pudiera delatarme.
Este es el último mes que podemos permitirnos tener
internet. He aflojado las bombillas del salón salvo una. Por la tarde, mi
suegra nos trae la cena. Entra a la cocina y cuando pasa por el salón me
pregunta: “¿Cómo ha ido hoy?”, “He hablado con…”. Siempre he hablado con
alguien, pero en realidad, hace ya unos días que no hablo con nadie. Ni
siquiera salgo. Carmen se lleva a las niñas a la calle, a huir de la asfixiante realidad de nuestras paredes y
sacarlas un poco. Yo le digo que iré a mirar una cosa, da igual qué, me arreglo, me
retraso un poco mirando en internet, pero luego me quedo en el sofá mirando la
televisión sin ver nada concreto, indolente, abatido, vencido.
Después de la pregunta-martillo, ella se asoma a la ventana, a
esperar ver llegar a su hija y a sus
nietas, a saludarlas desde aquí arriba. Carmen está cansada de decirle que no saque tanto el cuerpo, que es un peligro, pero ella se ríe, “Cómo va a ser un
peligro, a ver si te has pensado que soy un vejestorio”
Noto que se va adueñando de nuestro espacio a medida que yo
empequeñezco. Y ella ahí, asomada, henchida como un pavo real, dueña de mi
futuro, con su miserable pensión, pero con los ahorros que le dejó su marido
-el que supo marcharse a tiempo-, su coche híbrido y silencioso (“Ni te enteras
de que vas conduciendo, ¿verdad yerno?”), su piso con esa terraza enorme, la casita en la playa… todo lo que
“algún día será vuestro”. Algún día. La miro volcada sobre el alfeizar, tan
frágil. Entonces lo comprendo. Me levanto impulsado por la esperanza de acabar
con mis problemas al fin y avanzo sigiloso hacia la solución.
Jaaaaaaaaaaaaaaaajajajajaja, ay madre! estaba sufriendo con el relato (últimamente todo el mundo me hace sufrir con sus blogs) y te prometo que no me esperaba este desenlace. Igual no debería reirme pero... es que no me lo esperaba :D
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un besito.
Si, un poco de humor negro creo que se hace imprescindible. Un beso.
ResponderEliminarY no hay mal que por bien no venga, eh?? ;-)
ResponderEliminarMe ha encantado.
Saludos!
yapagalaluz.blogspot.com
Simplemente enorme. Real y crudo como la vida misma. Cualquiera podríamos ser Felipe.
ResponderEliminarY el final es sublime. Escoge tu propia aventura: ¿lanzó a la vieja o se tiró él? ¡Plas, plas, plas!