martes, 2 de agosto de 2011

Heridas para después de una batalla



FRAN

El policía se detiene ante mí blandiendo su porra y en el último momento, antes de descargarla, intuyo que me mira a través de sus gafas oscuras atenuadas tras la visera del casco. Al fondo de esas capas de cebolla que lo distancian de lo que le rodea, el policía me tweetea con un grito aleccionador.

- ¡Vete a cuidar a tu madre, niñato!

No llego a tiempo de protegerme la cara con las manos. La porra tiene un corte a lo largo que la hace aún más siniestra. Caigo hacia atrás. Un remolino de manos me asisten e intentan distanciarme de los señores uniformados. La incomprensión me turba más que el dolor. "¡Está sangrando, necesita que lo atiendan!" En ese momento tomo conciencia del líquido templado sobre mi frente. Me levanto y me acerco al policía.

- ¿Por qué? - le pregunto.

- ¡¡¡No hay café para tanta lechera!!!

Desde el fondo del coro que lucha con sus voces contra la descarga, emerge un grito con mi nombre. Reconozco la voz de Pedro. Antes de que me empujen al furgón giro la cabeza y lo veo en medio del tumulto llamándome, casi ajeno a lo que le rodea. El antidisturbios me empuja dentro del furgón. En el interior, otras caras de incredulidad, indignación y dolor.

PEDRO

¿Por qué ha tenido que encararse? Es tonto, se lo dije a Ana. Fran debería resguardarse. No sabe lo que es esto. Maldito inconsciente. ¿Y tú?, me preguntó ella, ¿te quedarás en un segundo plano? ¿te ampararás en otras espaldas?. No, yo ya sé cómo manejarme, pero Fran… Fran ha visto demasiadas veces la película “Gandhi” y muy pocas “Un día de furia”. Le entrarán ganas de ponerle una margarita en el casco a cada antidisturbio.

Corro hacia el lugar de la asamblea en la que dejé a Ana. Esto es ya una batalla, pero esta vez estamos más preparados. Sol está ya más allá de Sol, cualquier plaza es Sol, cualquier ciudad es Sol, lo imagino y me da fuerzas para seguir. Algunos plantean alternativas para recuperar la plaza, desgastar a los antidisturbios, desplazarnos, utilizar todos los espacios. Ana es una estratega. La seguiría a cualquier parte. Desgraciadamente, ella seguiría a cualquier parte a Fran. Hoy lo he visto claro. Habla de él de la misma forma en que yo pienso en ella. Casi envidio ese golpe que ha recibido Fran. Poder sumirme en otro dolor más soportable que al que ahora me veo abocado.

Ana está sentada, escucha hablar a otro compañero. Lo oigo comentar la soflama de un dirigente del PP amenazando con llamar a la movilización a sus afiliados. Me acerco a ella y le pongo la mano en el hombro para avisarla. Se vuelve con una sonrisa, con esa sonrisa que te lo da y te lo quita todo.

- Hablan como si tuvieran un ejército de zombies, como si sus militantes no sufrieran las mismas consecuencias que nosotros, como…
- Fran – le digo, interrumpiéndola.

Se pone en pie de un salto. Me pregunto si habría reaccionado igual si hubiera sido yo. No.

- Se lo acaban de llevar. Un policía le ha dado un golpe, lo he visto sangrando por la frente. Luego lo han metido en un furgón. Le podrías preguntar a tu padre…
- ¿Mi padre? – me grita – ¡¡mi padre está de servicio.!!. Tengo que enterarme en qué comisaría está. ¿Lo has llamado?
- No. He salido corriendo a avisarte. ¿Qué hacemos?
- Tú sigue aquí. Déjame la moto. Lo buscaré.

ANA

Mi padre dice que a todos los indeseables los llevan a Arganzuela.

- ¿A mí me llevarás a Arganzuela alguna vez, papá?
- Procura que no te vea en el sitio que no tienes que estar.

Tengo que rodear Gran Vía, las lecheras tienen cortado todo el centro. Creen que así nos impedirán organizarnos. No importa, ellos tienen horarios, nosotros no. Fran. ¡Dios, pobre! ¿Creerá que esto es tan necesario como lo creo yo? A mi madre le gustará este chico. Es posible que hasta a mi padre. Bueno, eso me da igual. Si por él fuera mis amigos tendrían que hacer una genuflexión antes de entrar en casa. ¿Cómo nos hemos distanciado de esta manera?. Está tan atrincherado. No deja que le explique lo que hacemos. No sé si teme que me hagan daño, o simplemente cree que estamos locos, que vamos a crear un monstruo. Se llevó un mes sin hablarme por lo de la acampada. ¿Cómo puede un padre permitirse eso? ¿acaso él no ve cómo está todo?

Me hubiera gustado destrozarle completamente esa maldita porra. "¡Estás loca!", me dijo cuando vio el corte. “No me esperéis para cenar, vamos a tener unos días movidos, gracias a tus amiguitos”, avisó. Ya con las gafas puestas se me quedó mirando:

-En vez de salir, esta vez lo que tienes que hacer es quedarte en casa cuidando a tu madre, niñata.

1 comentario:

  1. Me gusta la construcción del relato a partir de los tres puntos de vista y cómo vas encajando los temas (temas muy viscerales, por cierto, lo social e irremediablemente te sale también el punto amoroso!). Enhorabuena por tu nuevo blog!Besos!

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