martes, 10 de enero de 2012

1. Cosas que mi madre me dijo que no hiciera nunca.


Lo encontré  sentado tal y como imaginaba que estaría sentado. Mi guía y yo nos acercamos a él. Hizo un gesto casi espiritual con la cabeza al vernos entrar. Nos colocamos justo delante, sobre unos diminutos cojines, sin saber exactamente si eran para sentarse o para arrodillarse. Por uno de los grandes ventanales se veían las montañas nevadas. Los monjes levitaban a nuestro alrededor envueltos en sus túnicas anaranjadas, sin que el viento gélido que se colaba por la ventana pareciera afectarles. Finalmente decidí arrodillarme y apoyar los glúteos sobre los talones. La posición inspiraba cierto halo místico de meditación pero a mí no me resultaba nada cómoda. 

El guía me conminó a que le dijera algo. Pensé durante unos segundos en los costes del viaje y de la organización y eso resultó determinante para que comenzara a hablar.

- Verá, señor, tengo fundadas esperanzas... bueno... más bien... es usted mi última esperanza de encontrar la felicidad -aguardé un instante para ver su reacción, pero él no se inmutó - Desde bien pequeño he hecho lo contrario de lo que mi madre tuvo a bien recomendarme. Todo lo que me prohibía era interpretado por mí como una señal que indicaba el sitio exacto en el que tenía que buscar aquello que tanto anhelaba aprehender...


Cap. 1   Las primas tienen el secreto de la felicidad

-¡Qué niño más bueno tienes, Petrita, hija!

Creo que la  felicidad siempre ha estado en otro sitio. No sé bien dónde. Igual los demás niños conocían el secreto porque se lo habían transmitido sus padres. No era mi caso. Mi padre estaba ausente, no físicamente, más bien estaba en otro mundo, según decía mi madre, 'estaba en el mundo de los hombres'. Ella, sin embargo, era justo lo contrario, estaba siempre en mi vida, con una especie de ubicuidad indesmontable. Era una persona muy recta y estricta. Pasó más tiempo diciéndome lo que no debía hacer que enseñándome a actuar. De modo que me fui convirtiendo en una especie de soldadito de plomo empujado por un dedo. Al menos ella parecía feliz con mi comportamiento. Se sentía  orgullosa de lo calladito que era y de lo bien que leía  cuando me exponía a ello delante de sus amistades.

Al recordar a aquella mujer agitando cariñosamente mis pelos y complaciendo a mi madre con su frase, me puse a apretar el cuello con más fuerza. Posiblemente el perro de peluche estuviera ya muerto, pero me era indiferente, necesitaba matar el pasado y el pasado tarda en morir. 

A los ocho años creía que la felicidad consistía en meterle mano a mi prima, porque cuando iba de carabina con ella y su novio me  encantaba la cara que se le ponía a él durante el manoseo y porque mi madre me subrayó una y otra vez que "con las  pri-mas  no se  j-u-e-g-a". La envidia es un camino tortuoso hacia la felicidad.  Un día, retorcido ya por el dolor que produce esa bacteria, amenacé a mi prima con delatarla si no me dejaba tocarle las tetas. Al principio sonrió, pero luego se quedó extrañada de que aquel silencioso y complaciente santo tuviera esas miras tan mundanas. Para contentarme o para no poner en peligro su actividad semanal favorita, se mostró permisiva: “Vale, pero por encima del sujetador”. Me quedé callado y ella comprendió que el esfuerzo que había hecho para pedirle aquello no se compensaría con un imagínate lo que hay debajo
Lo primero que hacía su novio en cuanto apagaban las luces era soltarle el sujetador. Si la felicidad hubiera consistido en magrear la prenda, Manuel no tendría tanta urgencia por desprenderla de ella. "Eres un golfo, - me dijo un poco confundida- con esa carita de santito". Intuí que el tono de desprecio hacia mí permanecería indeleble en su mente el resto de nuestras vidas. 
Se metió las dos manos por detrás de la espalda. "Sólo una". No tuve fuerzas para demandar un premio mayor. Introduje la mano elegida hasta su destino. Primero intenté cogerle el pecho entero, pero no sentí nada especial, así que comencé a imitar los movimientos que observaba todos los domingos. Mi prima permanecía firme como una lanza, inmutable. En un momento dado noté una especie de botoncito que comenzaba a crecer y a ponerse más duro, aquello me produjo una reacción extraña. Miré sonrojado a mi prima pero ella había cerrado los ojos  y el encorvamiento rígido inicial empezaba a tornarse en algo más humano y carnal. De pronto asió mi cabeza con fuerza y se la acercó al pecho. Me restregaba la cara sobre su blusa semiabierta. Yo estaba muy confundido, como queriendo detener el tiempo para poder analizar si estaba adentrándome por fin en el esquivo territorio de la felicidad, pero temiendo a la vez, perder el presente en el intento por querer adueñarme de él. 
En un repentino gesto, mi prima, como tocada por la varita de la realidad, me empujó con busquedad  y me  cruzó la cara con  la mayor bofetada que recuerdo que me hayan dado nunca. Ser feliz no podía tener un final así. Se abotonó con rapidez y luego me señaló con el dedo tembloroso. No hizo falta que dijera nada. La lágrima que se deslizaba por mi mejilla estaba más ligada a la desilusión que al dolor.

Con el tiempo reviví en muchas ocasiones aquella escena, unas veces para comprenderla y otras para añadirle un acabado más lucido y adecuado. Entonces, al evadirme, volvía a buscar la misma emoción iniciática,  fuera del roce cotidiano del tiempo. El primer intento voluntario fue algo frustrante, pero no hay nada que la memoria y un poco de fantasía no pueda arreglar.


6 comentarios:

  1. De siempre, pero de siempre, me han fascinado esas historietas casi siempre reales en las que un chico o una chica descubría la punta del iceberg del sexo con un primo o una prima. Iba a decir lamentablemente, pero creo que diré afortunadamente (pues realmente lo incestuoso se acaba extendiendo al infinito, en mi caso al menos), no he tenido esas historias, pero me ha gustado leer esta :)
    He estado desconectada, pasaba a dar señales de vida. Feliz año, besitos!

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  2. Bueno, seguramente, el descubrimiento del sexo, real o virtual, se haya realizado desde siempre con lo que haya estado más mano y socialmente no se haya castigado en exceso. Probablemente los primos estén en ese límite.

    Un saludo, Exter, feliz año para ti tambien.

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  3. Vaya capítulo 1!!Impaciente me dejas por la saga completa!!Descubrir la felicidad a través de los prohibido puede (o no) dejarte marcas de guerra, pero seguro seguro que se convierte en una fuente de inspiración perfecta!!
    Me he acordado de la canción "Madre sabe más" de la peli Enredados, me hace gracia, no sé si la has visto: hay una princesa encerrada, una madre que sabe más que ella lo que le conviene y farolillos voladores!!!Besos!!

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  4. Walden, acabo de ver que tengo un comentario tuyo del día once que se había filtrado como spam y hasta hoy no lo he publicado. Sorry, no vayas a pensar que no lo he publicado por ninguna otra razón.
    Besos!

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  5. No he visto la peli, tendré que echarle un vistazo. Un beso MT.

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  6. jaja, no te preocupes Exter, ni se me había pasado por la cabeza. Un beso.

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